

Marco António López Prado
Es un artista que desde que terminó sus estudios en la Ciudad de México, en la Escuela de Bellas Artes decidió regresar a su tierra natal. Por aquel entonces-mitad de los años´80s, le pregunté por qué regresarse? “La tierra donde nací me brinda muchos motivos, también quiero enseñar lo que aprendí, la plástica michoacana necesita desarrollarse, superar las repeticiones”.
Siempre dedicado, sereno y crédulo, realizó esos aspectos que sabía importantes y apoyó en diversos puestos institucionales con mucha paciencia.
Marco es un apasionado del estudio de las técnicas y a través de experimentar con ellas, ha abierto nuevos rumbos en el entrecruzamiento de materiales y disciplinas. Las transita todas y los resultados están a la vista. Creatividad, variedad, ritmo, semifiguración, mito-magia, gran colorismo, dibujo refinado, interpretación de formas naturales, estudio de zonas geográficas y personal espejo de realidades.
Pintura, escultura en barro y en bronce, obra gráfica y cerámica conjugan en esta merecida retrospectiva. ¿Por qué mencionar separada la escultura en bronce y en barro, de la realizada en cerámica? No es necesario individualizarlas pero como hay gran variedad en las formas de trabajar el material, Marco López Prado hace figuras, relieves, grupos, esculturas abstractas-referidas a las semilla o a las vasijas. Y hace platos, platones y vasijas más relacionadas con la historia de las formas y de los orígenes del barro. Es por ello, por la variedad y extensión de su trabajo que se cita barro y cerámica.
Algo semejante ocurre en el terreno de la estampa el apellido para las diversas técnicas gráficas tradicionales: aguafuerte, aguatinta, buril, punta seca, mezzotinta, tousche serigrafía, xilografía y litografía. Marco practica todas en la riqueza que cada una permite, excepto en las tres últimas, a las que se dedica menos. Ocasionalmente usa tintas gráficas para obras en técnicas mixtas. Cuando así trabaja, es curioso que las obras son más sintéticas, oscuras y hasta misteriosas. Óleo, acrílico, caseínas, encáusticas y acuarelas habitan sus pinturas de intensa magia.
En sus obras la figura humana gesticula e ilumina el recuerdo de aquellas hermosas y primitivas figuras cicládicas. Las tareas de campo, el reflejo de las zonas acuosas, las migraciones y el estudio de los volcanes conjugan algunos de sus temas. El artista enfoca la perspectiva de manera variada, desde lo académico, hasta la propuesta de composiciones insólitas. En todo esto se centra lo valioso de su obra y la transición que ha creado entre las escuelas de pintura y Marco López Prado, el artista es singular.
GRACIELA KARTOFEL
MARCO LOPEZ PRADO alimenta la perduración de la pintura.
El discurso de la pintura esta íntimamente ligado al de la historia fáctica. Por ello es adecuado leer una premonitoria frase de Ciorám cuando todavía no se había recluido en su departamento parisino, cuando participaba en discusiones y conferencias como la desarrollada en la Universidad de Iowa, en 1969 de la que cito: “El ataque a las diluciones de los sistemas históricos…, parecen especializar a la historia, tornándola un paisaje o superficie conteniendo todos los eventos del pasado y del presente. En esta caótica superficie nosotros podemos inscribirnos de acuerdo a nuestras disposiciones. La historia ha desaparecido en favor de particulares formas de caos”.
Un diálogo sostenido con Ciorám acerca de esa frase y su extensión al terreno de las artes, me induce a la siguiente reflexión acerca de la gran parte de lo que se pinta y de lo que se exhibe en el presente. La propia pintura se ha devorado a la pintura, así como la historia del arte se ha devorado a si misma, y la historia-como primera sistematización de los hechos culturales-, nos a devorado a todos nosotros. Esta, como toda generalización, tiene sus excepciones que determina el ubicar a Marco López Prado fuera de esta antropofagia, para considerarlo dentro del conjunto de artistas que alimentan la perduración del sustrato pictórico.
Corresponde entonces preguntarnos ¿ cómo alimenta este artista la subsistencia de la pintura? Si realiza una obra vigente ¿ como alimenta su obra?
Para encontrar una respuesta pensemos en las estructuras con las que trabaja. Se advierte que manifiesta una pertenencia-natural y paralela- a los dos tipos de la clasificación de Lévi- Strauss: “la fría” y “ la cálida”. No siempre coexisten ambas en una misma producción artística, pero si se entrelazan en la obra de este artista michoacano. Por ende, cabe señalar que esta dual existencia es una de las constantes de la pintura de los ´80s y ´90s, momentos en los que López Prado se forma y desarrolla profesionalmente.
Los pueblos que no han tenido una historia escrita y que se resisten a introducir cambios en sus vidas, a diferencia de aquellos que han evolucionado y han estado en una constante inquietud, con cambios diacrónicos (al decir de Ferdinand de Saussure), constituyen las sociedades “frías” y las “cálidas”. López Prado así trabaja, con zonas en las que el tiempo parece estar detenido y las costumbres no cambian, con improntas visuales de su Aguililla natal, de la zona de la tierra caliente y con los materiales de antaño-utiliza tierras añadidas a sus acrílicos y óleos,-, con la presencia de tonos y colores propios de la vida natural, manifestando que esta nutrido de esas memorias colectivas e individuales no desprovistas de sueños y mitos. La quietud es un hecho, acontece, es un suceso casi tangible en sus pinturas. Se da otra constante en su producción: la inquietud por lenguajes desarrollados en varias áreas-dibujo, grabado, serigrafía, escultura en metal, en barro, en cerámica, técnicas mixtas-, lo que pertenece al territorio de los cambios y por ende lo categoriza dentro de las sociedades “cálidas”; en esta misma clasificación caben otras insidencias de la actualidad-vivir en un medio urbano, incorporar aspectos técnicos e industriales a su trabajo, como por ejemplo, actualizar el torno, el horno y los estiques, así como dar improntas de cartón corrugado texturizando sus elaboradas cerámicas-.
Esa doble inquietud alcanza en parte las imágenes y mas que nada a las zonas en que trabaja, advertimos cambios, moderados pero evidentes, morosos pero tangibles en un artista que no se dedica exclusivamente a la pintura si no que de manera mas abarcadora atiende al conjunto de la expresión artística.
En esa necesidad de clasificar que es común a las mas diversas latitudes, hay que decir que su obra toda pertenece a los realismos. Realismos despojados de detalles y que alcanzan a expresiones globales, mas dando el clima de una situación determinada que dando un relato detallado que se perdería, o que se agotaría en si mismo como anecdótico. Por ende leemos en sus obras el predominio de los grandes planos y las figuras de formatos mayores. Asimismo, elemento de doble o múltiple lectura habitan la mayoría de sus pinturas. Ejemplo de ello son los bagres, seres reales que a su vez actúan visualmente como “comas” o articulaciones plásticas, dinamizando las superficies de sus cuadros. Se establece así una unidad que ratifica la relación de la obra de Marco López Prado con sus modelos interiores de origen campirano.
En la escultura, su relación con el barro se da en amplio espectro de formatos y sentidos, sin perder unidad. Placas, platos, platones y tondos son parte del terreno plano y extenso de sus visiones paisajísticas. Para continuar con una lectura de asociaciones, los vasos, así como las otras esculturas elevadas, apachurradas, fragmentadas y texturadas, corresponderían a las elevaciones de terreno, las coníferas y los accidentes geográficos. La constante de texturas y colores ratifica la relación de este artista con la tierra-regazo que sorprende y reitera, que maltrata o se brinda a quien la trabaja-.
GRACIELA KARTOFEL
Curadora
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Del catálogo REFLEJOS, pintura y cerámica 1993.
Marcas de la tierra
Si mi oído escuchara, Marco Antonio, con claridad la vos de tus imágenes, sabría que están labrando, en su sueño, unas puertas más amplias hacia ése mundo tuyo enraizado en tus lienzos, tus esculturas, tú cerámica.
Me he acercado hasta ellas y me encontré ante el espacio de color que abres, como un tajo silente, en el horizonte inagotable de la tela, en la materia endurecida bajo el fuego. He dejado flotar a mis pupilas en el agua que se alza, como el polvo, adentro de tus obras, para que busquen luz; la melodía de esos seres, tan similares y ajenos a nosotros, que ocupan el eje imaginario de tu plástica.
He llegado hasta el cruce de los lenguajes que pronuncian tus manos y escucho converger, como en una fuente, los trazos de ese nudo de mitos que manejas: figuras surgidas de la línea de un tiempo sin memoria; románticos mutantes que conservan la inocencia de mundos primigenios y comprenden la lengua de los pájaros; caminantes que vencen, a veces sin saberlo, murallas y paredes con suavidad casi infantil; seres desnudos que con su tacto acercan al oído las palabras perfectas que nosotros, simples espectadores, no alcanzamos. Todas, figuras plenas, que habitan con pureza la memoria extraviada de la noche, el jeroglífico intraducible del desierto.
Y mas allá de aquello, el rumor acucioso, no de los ríos ni el mar, si no de la tierra, Marco Antonio, de esa tierra que es tuya, y que emerge en tu obra con la certeza de lo inconsciente. Ella deja su marca, su virtud (un poco fuego, un poco aire, un poco luz) su voluntad terrena, más allá de la tela, del espacio escultórico que abres, para que la encontremos.
Toco, Marco, el dintel de tu puerta (clausurada hacia fuera pero abierta hacia paisajes interiores) para ingresar a ese otro mundo, en donde tiene lugar el ejercicio milagroso del artista, la recuperación de lo que no se tuvo, el recuerdo de lo que jamás fue.
Extiendo, como tus creaturas, para acercar mi oreja al canto de tu horizonte, a la cálida constelación de tus habitantes. Hombres mujeres, aves, toros apenas apagados, dando vuelta en el cielo de una creación que a ti, Marco, pertenece, pero que compartimos, observando desde el sitio que la oscuridad nos asignó, la forma en la que giran las imágenes: con placidez, sin ruido. Son apariciones tranquilas, apacibles, que dan forma a su propio universo y lo levantan para que pueda alcanzarlo nuestra mirada.
Es hora de callar y escuchar a tus fantasmas lúdicos y sabios, habitantes de la desnudez y una extraña inocencia, abrir las nuevas puertas, las ventanas, para mostrar su mundo y estar presentes en el brillo del ojo que los mira.
No los ignores, Marco Antonio, escúchalos hablarte, como lo has hecho siempre. Desde ese mundo tuyo, esa voz se levanta y toma su propio cuerpo de tu carne, de tu carne de tierra. Ella es la que te ordena. Tú, a ciegas, en el camino del artista, cumples con tu deber: sólo respondes.
Jorge Souza
Poeta y escritor jaliciense.